CRISTINITA Y EL LOBO
https://web.esloquehay.com.ar/wp-content/uploads/2022/09/C5IPC2MA-1024x538.jpeg 1024 538 Juan Emilio Mirabustos Juan Emilio Mirabustos https://secure.gravatar.com/avatar/f5e6f8cc128edabc444647ec5e42dc20?s=96&d=mm&r=gNo hay que pedir permiso para dudar, cuestionar, descubrir, conocer. De eso se trata el verdadero periodismo.
Por Juan Emilio Mirabustos
Ustedes ya conocen el cuento. Pedrito era un niño muy piola que a todos les decía “ahí viene el lobo, ahí viene el lobo” y era un chiste, No venía ningún lobo. Hasta que el lobo vino y nadie le creyó a Pedrito. Conclusión, un poco “gore”, el lobo se comió a Pedrito.
Sólo es cuestión de tiempo para llegar a una conclusión de la cual muchos, en caliente, no se animan a decir porque queda sólo en una simple opinión de un mortal intrascendente: Cristina es nuestro Pedrito. Y el caos social es el lobo que acecha todo el tiempo. Lo peor de todo, es que a este lobo lo criaron ellos mismos para sembrar el terror.
Cuando pensamos que el kirchnerismo había quemado todos sus cartuchos en pos de seguir cubriendo a su líder suprema y sus familiares lacayos, después del desastre que hicieron en uno de los barrios más lindos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fueron más allá, además de siempre querer ir “por todo”. Un loquito, de apellido Sabag Montiel, a quien lentamente van apareciendo famosos y no tanto que lo conocen por ser un cholulo de las cámaras y ser parte del elenco estable de la última época de mediáticos que aparecían en Crónica TV, se metió entre la multitud y con una Bersa apuntó a la cara de CFK. No gatilló, sólo apuntó a la cara. Al investigarse el revólver, estaba cargado, pero sin una bala en la recámara. En los videos en vivo, donde los medios acólitos al régimen K tuvieron la “primicia” en primera plana se podía ver cómo a Sabag lo sacaban del escenario y lo dejaban ir en una esquina. Horas después, lo detuvieron. ¿Ya sabían quién era?
El ataque, atentado o el nombre más de indignación que le quieran poner, perpetrado a la vicepresidente de la Nación, tiene más dudas que certezas. Pero aún tiene que pasar más tiempo para empezar a develarlas. De repente, nos encontramos en abril de 2020, con un Alberto Fernández exultante, con ropa de fajina, combatiendo al virus que “lo combatimos entre todos”, con los medios en pleno, críticos y obsecuentes, mostrando la foto de un Albertito de peluche y lana que hizo una señora jubilada, con Fabiola “organizando” una maratón televisiva onda “Las 24 horas de Malvinas”, donde se recaudaron 85 millones de pesos de los cuales ni un centavo se blanqueó ni se supo de su destino. Una cautela que en realidad disimulaba un creciente miedo e ignorancia ante un covid que no se sabía a quién le iba a tocar porque ni siquiera había una vacuna. Y en el cuarto gobierno kirchnerista que hoy está en el poder gracias al “voto berrinche” capitalizaron todo eso a los ponchazos. La primavera de los primeros meses de gobierno del “capitán Beto” venían bárbaros para que ningún medio los moleste, pero era todo a los ponchazos. Nunca en Argentina hubo, ni hay, una política de prevención. Todos lloramos cuando se inunda, pero baja el agua y nos olvidamos. Todos nos enojamos porque Macri nos empezó a hacer pagar lo que realmente vale la luz y salir del rojo fiscal y votamos al kirchnerismo que tanto odiamos hace 5 minutos. Cuando nos damos cuenta que volvieron al poder por impunidad y seguir robándola en pala, lloramos como cuando se inunda. Y hoy nos inunda la cautela de quienes no se animan a mínimamente suponer que este “atentado” no podría ser más que otra operación político-mediática de gente que antes de fin de año va a terminar lavando tápers. Y no es sólo tapar el trabajo silencioso pero eficiente del fiscal Diego Luciani, presentando una por una las pruebas que incriminan a Cristina Fernández de Kirchner como jefa de una banda delictiva que robó más de 2000 millones de dólares al estado argentino. También se tapó la ineficiente gestión de Sergio Massa en Economía, un abogado que de economía no sabe nada, pero que todavía le siguen debiendo cargos y, quizá, dinero tras haberse trasvestido al kirchnerismo en 2019 junto a su esposa, Malena Galmarini.
El incidente del jueves 1ro de septiembre parecía meticulosamente organizado. Pasa un jueves, el presidente testimonial declara feriado nacional el viernes para que “el pueblo externe su dolor” a algo que nunca sucedió y todo el fin de semana sirve para bajar los ánimos. El lunes, la noticia se va a ir esfumando por sí sola, como suele pasar, que una noticia pasa por encima a la otra. Se ganó tiempo, se ganó empatía, pero para las elecciones falta todavía un año y medio. Aún está el fantasma de la repentina muerte de Néstor Kirchner, que su viuda capitalizó por más de tres años, incluso ganando cómodamente las elecciones de 2011. Ronald Reagan fue víctima de un atentado y en las elecciones posteriores ganó con más de la mitad del electorado. No son simples suposiciones. La empatía que logra la muerte para con cualquier persona es inherente a quien la emite. Ya lo dijo Durán Barba cuando CFK logró más poder sobre el poder en el 2011: “es imposible competir con una viuda”.
El arco político opositor, de la manera más razonable, mostró su solidaridad con la víctima. Algo que muchos tuiteros y opinadores de las redes cuestionaron, en muchos casos, duramente. Pero hay que separar la paja del trigo. Nadie quiere a CFK en un cajón. Todos coincidimos que debe ser juzgada y condenada en las múltiples causas que le pesan. Nadie murió, como deseaba públicamente Máximo, el afortunado hijo del matrimonio más corrupto de la historia argentina, quien la mañana antes del incidente dijo “quieren un muerto peronista”. Están completamente decididos a “pudrirla” y por unas horas lograron silenciar a los periodistas más críticos de su gestión. Y así cómo recordamos que la muerte logra empatizar hasta al más descreído, también recordamos que, en el medio del encierro producido por la cuarentena más larga del mundo, la argentina, Alberto festejó el cumpleaños de Fabiola con unos cuántos invitados, en contra del decreto que él mismo firmó, prohibiendo las reuniones sociales. La foto y los videos de la fiesta en la Quinta de Olivos, trabajo encomiable de la periodista Guadalupe Vázquez, fueron la mecha que encendió la bomba que al kirchnerismo le explotó en la cara y que hizo que pierdan las intermedias de 2019 de manera humillante, destapando además, una de las peores gestiones preventivas contra el covid 19 de todo el planeta.
Y otra carta en la manga que siempre tiene el kirchnerismo es el del “discurso de odio”. Siempre recurren a él para tapar su propio discurso de odio. Cuando los afectados son ellos, desaparecen de repente Madonna Quirós apuntando con un chumbo en un mitin peronista en la quinta de San Vicente, desaparece el gordo mortero y las 14 toneladas de piedra en el Congreso, desaparecen los miserables de la revista Barcelona pidiendo que Antonia, la hija de Mauricio Macri y Juliana Awada, sea una nueva Ana Frank, desaparece el nazi de Luis D’elia pidiendo, en el programa del hoy converso a la oposición Santiago Cúneo, que a Macri lo ahorquen en Plaza de Mayo, desaparece Hebe de Bonafini con sus seniles declaraciones tomadas por sus fanáticos como si fueran las de un gurú hindú, desaparecen los colectivos feministas como cuando la víctima no es una de ellas, desaparecen los que festejaron el asesinato de Nisman… Los creadores de “el amor vence al odio” siempre y cuando, tanto el odio como el amor sean todos de ellos, hoy se golpean el pecho por un tal Fernando Sabag Montiel al que casualmente lo entrevistaban en Crónica y otros medios oficialistas, mientras “pasaba por ahí”. Muchachos, ese pibe es creación del kirchnerismo, directa o indirectamente. En el “feriado nacional” que inventó el señor que puso Cristina en el sillón de Rivadavia, la
militancia salió a la calle con un compungimiento como si su líder suprema haya muerto. Volvemos al cartoneo de la empatía. Un cartoneo que se quema solo cuando el mismo kirchnerismo señala con dedo acusador a los medios “transmisores de odio”. Les molesta que se dude, se cuestione. La naturaleza del verdadero periodismo es así. No les alcanzó con que casi el 100% de los medios y la política nacional se solidarice con la vicepresidente. A quienes piensan distinto, los quieren ver pedir perdón, llorando y escupiendo sangre. Ilusos. Y lo peor de todo, casi igual de locos como el que le apuntó a la cara a quien, durante años, generó odio disfrazado de amor.
Vayamos más allá de repudiar el atentado, intento de magnicidio o como se quiera llamar. Repudiemos la violencia, repudiemos el odio, repudiemos a quienes los construyen, pero cuando las papas queman se las tiran al de enfrente. Repudiemos la mafia. Repudiemos la corrupción. Repudiemos a quienes nos llevaron a esta vorágine de locura que nunca termina de estallar porque ellos tienen los derechos de transmisión del caos social, como cuando en el ’89 derrocaron a Alfonsín y en 2001 a De La Rúa. El cuento del lobo ya lo sabemos, Pedrito. No llores si, Dios no lo permita de nuevo, te pegan un susto como el de aquel jueves.