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MIEDO o CAMBIO: la gran encrucijada argentina de cara a la segunda vuelta electoral

320 158 Juan Emilio Mirabustos

El triunfo del peor gobierno de la historia democrática argentina en las elecciones presidenciales sorprendió a propios y ajenos. Sin embargo, nada está definido. Todavía la República tiene un as en la manga para desterrar al populismo. El dilema es cómo se va a usar.

Por Juan Emilio Mirabustos

La primera impresión fue un graph de La Nación Mas: “Euforia en el bunker de Massa”. Después era ver cada uno de los tuits (ahora se llaman posts por el cambio de Twitter a X) donde el desánimo se hacía notar. No pasaron muchos minutos para enfrentarse cara a cara con lo imposible: Sergio Massa, el peor ministro de economía de la historia, que con su “gestión” trepó el dólar arriba de los 1000 pesos, una inflación interanual del 120% y una devaluación aún más devastadora que la de Duhalde después del golpe a De la Rúa, quien se postula como presidente de la nación por cuenta y orden de Cristina Fernández de Kirchner ¡¡ganó las elecciones!! Y lo más curioso es que va a segunda vuelta con Javier Milei, que quedó segundo a 6 puntos y medio. La verdadera “esperanza blanca” republicana Patricia Bullrich quedó tercera y lejos. Eran los resultados de las PASO pero con las planillas dadas vuelta y desordenadas. Ni ellos, el kirchnerismo, podían creerlo. La mayoría de la gente eligió al tipo que arruinó el país en tiempo récord. ¿Cómo fue posible? Resumiéndolo, en una palabra: miedo. Ganó el miedo. Ganó el “dejemos todo como está antes de darle las llaves de la rosada a un loco”. La gente se paralizó mientras contaba los billetes crocantes que le regaló el “estado presente”. El infame “plan platita” funcionó como un reloj, mientras que, del otro lado de la grieta, los estadíos pasaron de la sorpresa a la tristeza y de ahí, sin escalas, a la furia. ¿Cómo puede ser que un chantapufi como Massa, después de decenas de casos de corrupción y dinero malhabido, como los casos de Chocolate Rigaud y el yate de Insaurralde, haya dado vuelta una elección así?

Es cierto, las PASO fueron demasiado parejas y cualquiera lo podía ganar y pasar a un seguro balotaje con el segundo en votos, pero de ahí a que uno que haya salido tercero, termine primero, es algo que nunca sucedió desde que el mismo kirchnerismo pudo imponer este sistema de internas obligatorias. Y en esa campaña del miedo, tiene que haber un villano enfrente. Era imposible competir con una heroína como Bullrich. Había que tener enfrente un villano batmanesco, histriónico, fácil de cachetear mediáticamente. Casi como un relojito, la micromilitancia K empezó con el “si gana Milei”, casi como un calco del “si gana Macri” del 2015. Milei y toda La Libertad Avanza compró la pulseada. La campaña del partido de Milei fue la más embolante de todas, con spots brutalmente aburridos, sin la creatividad y el impacto de las de Juntos por el Cambio. La pelea de fondo que se supo imponer es la del “loquito” contra el futuro “moderado”. Y el kirchnerismo no solo ganó poniéndole plata en el bolsillo a la gente, sino que tenía enfrente a alguien que se sacó de encima a una candidata a base de insultos y mentiras, como la de “poner bombas en los jardines de infantes”. Todos los dardos iban para Patricia. Ninguno, absolutamente ninguno, iba para Massa. De hecho, el líder libertario lo confesó: “quiero un balotaje con Massa”. Ambos sabían que con Bullrich perdían por paliza la elección nacional. Había que correr a “la borracha”, como la insultan desde todo el kirchnerismo. Y la polarización funcionó. Todos hablaban de una pulseada Massa-Milei. Patricia Bullrich, que hizo un campañón recorriendo el país, que le ganó a Horacio Rodríguez Larreta limpiamente las internas y que iba a ser Jefe de Ministros en su mandato, quedó afuera de todo. A diferencia del peronismo cuando pierde, todos dieron la cara, confirmando unidad y dignidad al mismo tiempo.

¿Y AHORA QUÉ?
Atrás quedaron los términos de “casta” después de transar con los sindicatos peronistas de Barrionuevo y Sobrero, de “viejos meados” a los opositores históricos, la “montonera que ponía bombas en jardines de infantes”, la famosa “motosierra” que ahora es un animalito de peluche en brazos de la polémica Lilia Lemoine, hoy diputada electa, que le hizo perder votos a LLA con sus delirantes propuestas parlamentarias. Hasta parece que va a quedar atrás también ese papelón de cantar “Panic Show” a capella delante de una horda de post-adolescentes ávidos de sangre, aunque sea comprada en Bazar Yankee. Javier Milei y todo su séquito de La Libertad Avanza empezó, desde el minuto cero y con los resultados en la mesa, a hablar de “unidad para sacar al kirchnerismo”. Semejante confianza y guapeza de semanas atrás, los puso entre la espada y la pared. Aún no le pidió disculpas públicas a Patricia Bullrich, pero ya la quiere en su gabinete de ganar las elecciones. Massa es menos ambicioso: quiere sumar al radicalismo tibio, que tiene en Ricardito Alfonsín y Leopoldo Moreau, su ala más peronista y arrodillada. Ahora sí La Libertad Avanza se acordó que el verdadero enemigo de la democracia es el kirchnerismo, pero necesita “desenemistarse” en menos de tres semanas con quienes podrían ser sus aliados no sólo en segunda vuelta. Y es así: desde JxC van a seguir las propuestas que emanen del partido que ya no tiene sólo 3 diputados y ningún senador. A pesar de los títulos catástrofe de muchos medios, que solo ven los 16 partidos bonaerenses que perdió con el peor gobernador bonaerense de la historia, hoy reelecto, Axel Kicilof, Juntos por el Cambio tiene 10 de las 14 provincias argentinas. Cualquiera de los dos que gane, tiene por delante mucho consenso con esas provincias que no son los clásicos feudos del peronismo. Hablando de uno de ellos, como Catamarca, todavía está vivo el recuerdo de Alberto Rodríguez Saa retando a la población mientras se daba virtuales golpes en el pecho por perder unas PASO. Salió a la calle con una libretita, al mejor estilo del patrón del mal, y fue preguntándole a la gente qué quiere. Y le decías “una casa”, “un auto” y él anotaba. El resultado de ese cartoneo fue de una vergüenza ajena monumental: dio vuelta el resultado en las generales y fue reelecto. Compró a la gente y la gente lo compró a él, como si fuera una transacción comercial y no el destino de una provincia. Nadie se anima a decir que la culpa es de la gente cuando sucede esto. Cuanto más pobres son, más miedo tienen de progresar, de cambiar, de jugarse a algo mejor. Prefieren seguir haciendo caca en un balde porque es más cómodo y nadie los molesta. No hagamos enojar a papá Perón. Malo conocido sí, bueno por conocer, no.

¿Y DESPUÉS QUÉ?
El paladar negro cambiemita le dio la espalda al balotaje. Rosario Agostini, la periodista jujeña que se jugó a meterse de lleno en política, dijo que no va a ir a votar, después del desastroso resultado en su provincia, perdiendo dos senadores. La mayoría de los trolls de Juntos, seguramente con la sangre aún caliente, tuiteaban al borde del suicidio. Pero cuando la sangre se empieza a enfriar, nos damos cuenta que ahora los roles se cambiaron. Ya no es LLA el decisor de una elección. Ahora lo es JxC. 24, casi 25% de los sufragios, te definen una elección. Eso fue lo que sacó Juntos. Obviamente que nadie del cambiemismo te va a votar a “Ventajita” Massa, pero el voto en blanco lo puede llegar a favorecer si la tendencia le es ganadora. El ausentismo no sirve salvo para decidir rápido una elección. La gente tiene que participar y, como dijo el periodista Javier Lanari, “votar en contra del peor”. En el exterior, la tendencia fue casi la misma que hace cuatro años: Juntos por el Cambio arrasó con el 70% en todo el mundo, incluso con el voto por correo prohibido por el gobierno de Alberto Fernández. No hay que dejar eso de lado. Las casi 500.000 personas que viven fuera de Argentina y están habilitadas a votar son el 2% del total de electores y, como se vio en los medios, tuvo una concurrencia masiva a los consulados. Son dos puntos que también suman, aunque en el exterior no es obligatorio el voto y se hace con boleta única. El cordobés Juan Schiaretti, que sacó casi 9 puntos en estas generales, les dio libertad a sus votantes. La izquierda, ese eterno furgón de cola del peronismo, muy probablemente vote con alegría a Massa. Una posibilidad es que el kirchnerismo haya llegado a su techo. El 74% de participación electoral, el más bajo desde que volvió la democracia en 1983, puede que no suba más de dos puntos. Aún nada está definido, será el mes más largo del año y todo puede suceder, incluso, una catástrofe como la del domingo 22 o si no, algo mucho peor. El periodista Jonatan Viale le dijo prácticamente en la cara a su invitado Javier Milei mientras hacía su editorial post-elecciones: cuando la oposición va dividida, el peronismo siempre gana. Pasó en el 2003 y ganó Néstor. Pasó en el 2007 y ganó Cristina. Pasó ahora y ganó Sergio. Todas victorias kirchneristas. Todas. Va a ser muy difícil que la gente entienda lo que es una interna en unas PASO, otro de los grandes talones de Aquiles de JxC, donde se han dado innecesariamente con todo, como si fueran dos partidos distintos y no dos corrientes de un partido, pero ya pasaron esas y las generales. Repetimos: Juntos por el Cambio define la segunda vuelta. Depende de la templanza de unos, el consenso de otros y de que la sociedad le pierda el miedo al kirchner-peronismo, que el fin de este año sea el comienzo del fin del populismo que nos ha hecho retroceder más de 20 años como país.

NO SE FUERON TODOS

650 365 Juan Emilio Mirabustos

A 20 años del último golpe de estado en nuestro país.

Por Juan Emilio Mirabustos

“Para todos los que hacemos periodismo, lo del 2001 fue nuestro bautismo de fuego y nuestro paraíso. Tenías noticias cada media cuadra. Un comercio saqueado, una fogata en cada esquina, un cana pateado en la cabeza por un pibe, un patrullero incendiado… Muchos colegas lloraban de emoción en esos momentos, no sólo por la cantidad de información que iba cayendo, sino porque volvía el peronismo y con él, la guita para mantener nuestros medios, ya a nivel nacional”.
Testimonio de un periodista de Moreno, recordando los sucesos de diciembre de 2001.

No fue de un día para el otro. Comenzó el mismo lunes posterior a que la Alianza, esa necesaria coalición que garantizaba progresismo y libertad entre la centenaria Unión Cívica Radical y el FREPASO, un frente creado por los que quedaron afuera del menemismo, ganó la presidencia de la nación. La mayoría de los votantes se terminaron aburriendo de las dos presidencias consecutivas de Carlos Menem, alguien que ganó con una campaña populista, “revolución productiva”, “salariazo” y coso, pero terminó siendo el mayor privatizador de la historia reciente y logró meter a todo un país en un notable simulador de primer mundo. Ya la Alianza había ganado las elecciones de medio término de manera contundente y ya se veía un nuevo siglo lejos de un peronismo que ya no sabía que disfraz ponerse para ganar las elecciones.

Ahora bien, ¿por qué desde el mismo lunes de ganar? Las reservas del Banco Central se empezaron a esfumar rápidamente. Ese fue el primer saqueo. La mayoría de las empresas y medios de comunicación, bendecidas hasta el paroxismo por el anterior gobierno justicialista, miraban con muchísimo recelo a los nuevos inquilinos de la Casa Rosada, presagiando que iban a terminar siendo una bolsa de gatos que se iban a terminar peleando en tiempo récord. No fue tan así. Los sindicatos, todos peronistas por convicción o de manera esclava o en modo Estocolmo, fueron a verlo al flamante presidente, el Dr. Fernando De la Rúa. Y no precisamente para dialogar y generar consensos. Iban a ser los convidados de piedra de cada decisión política del nuevo gobierno. Sólo les faltaba hacer el gestito mafioso con los dos dedos de “te estamos mirando”. En tanto, en el Senado, estaba Carlos “Chacho” Álvarez, otro peronista independiente que formó el Frente Grande para cuestionar, desde los dedos en ve, la gestión neoliberal del riojano Menem. Como pasó con Miguel Ángel Pichetto, histórico peronista, cuando el ex presidente democrático Mauricio Macri decidió que sea su compañero de fórmula en 2019, las miradas cruzadas entre los pares se multiplicaron, pero, a diferencia de este hecho reciente, el primero en desconfiar de esta recomendación que le hizo el mismísimo Dr. Raúl Alfonsín para no quebrar la Alianza, fue el propio De la Rúa. Y no estaba equivocado el dirigente “aburrido”. Como todo peronismo, aunque sea de closet, la idea de poner cuadros y más cuadros militantes o mínimamente fieles a los preceptos del frente neoperonista en los principales estamentos, idea de Álvarez por cierto, fastidió enormemente al hasta ese momento pasivo dirigente radical, quien decidió hacer cambios en el gabinete para emparejar la cúpula aliancista y equilibrarla como corresponde. La respuesta de “Chacho” fue brutal, inconsulta, desubicada: renunció a su cargo de vicepresidente de la nación. Algo que se podía haber solucionado con más diálogo y consenso real, terminó siendo un berrinche de alguien que, quizá sin proponérselo, fue un caballo de Troya que le abrió las puertas de par en par a un peronismo desesperado por volver al poder.

Podía haber sido el fin de la hegemonía peronista, pero el vicepresidente electo venía de ahí, no pudo con sus berrinches y, con su renuncia, activó el plan desestabilizador peronista por tercera vez en el siglo.

EL AROMA DEL MIEDO
De ahí en más, nada fue igual. Con las cajas estatales recargadas, la oposición peronista se encargó de empezar a preparar la cancha (o embarrarla) para volver al poder antes de cualquier elección. Y casi lo logran. Sólo necesitaban el espaldarazo de las elecciones legislativas. En octubre, el peronismo ganó por el 38,39% de los escaños, mientras que la Alianza se derrumbó a poco más de un 22% de votos, perdiendo la friolera de 27 bancas. El fantasma del golpe del ’89 que derrocó a Alfonsín apenas el peronismo ganó las elecciones, se podía oler de lejos. Prácticamente todos los canales de TV y radios hablaban de un presidente inepto, con falta de poder y hasta de “papanatas”. La falta de respeto a la investidura presidencial y el bullying 24/7 a la figura de De la Rúa era una constante. Se veían venir cambios fuertísimos en medición de audiencia y en posterior pauta, con ambas cámaras dominadas por papá Juan Domingo. La primavera menemista, aún con el uno a uno con el dólar, parecía que volvía y los multimedios se restregaban las manos, mientras esmerilaban aún más el ánimo de la gente a través de sus noticieros y hasta en sus programas de chimentos. Y ya con el Congreso haciendo la ve de la victoria, la cosa iba a empeorar aún más en tiempo récord.

El grito de guerra que fue sagrado para el peronismo que se aprestaba a usurpar el poder una vez más y de la clase media que lo abrazó, pensando que iban a perder sus dólares con la Alianza y los terminaron perdiendo con Duhalde como presidente, con default y aumento de la divisa americana incluidos. Pero claro, el peronismo volvió y todos felices, ¿nocierto?

Era el 18 de diciembre de 2001. Sí, apenas ocho días después de asumir los nuevos legisladores y reelegirse algunos de los que ya estaban. El intendente de Moreno, Mariano West, se despertó con un llamado del entorno del derrotado dos años atrás candidato a presidente, Eduardo Duhalde, que construyó una fortaleza militante durante su gestión como gobernador bonaerense y era el dirigente más “capanga” de todo el peronismo. El llamado fue claro: activar. Lo que fue una propuesta entre dirigentes apenas asumió el poder la Alianza, ya era momento de hacerlo realidad. El objetivo: ir por todo. Ya se copó el Congreso, ahora le toca a la Rosada. La gente estaba con el humor por el suelo y nada cambió con el recambio legislativo, pero la meta, aunque no explícitamente pública, era muy clara: voltear al gobierno de la Alianza, ya diezmado por la renuncia del principal líder de la pata peronista de la coalición. Así que, si bien el rechazo popular a la renuncia de “Chacho” Álvarez fue contundente, eso no se veía reflejado en los medios que, a falta aún de redes sociales en una internet todavía en pañales, eran los todopoderosos de la información. Lo que salía en la tele era real, creíble, sin medias tintas. Y si te decían que salgas en calzoncillo a la calle, vas y salías. Así fue como sin prisa pero sin pausa, las imágenes de saqueos a supermercados empezaron a ser una constante, no sólo acompañada por las imágenes. Muchos periodistas se encargaron de ensalzar ese caos organizado sin dejar el rictus de su rostro. Santo Biasatti, hasta ese momento uno delos periodistas más creíbles de Argentina, no dudó en enfrentar la cámara desde su púlpito de presentador de noticias con un “si sale a la calle, no se olvide de la cacerola” en referencia a los cacerolazos que empezaron a ser moneda corriente por esos días, ante el necesario “corralito” financiero que evitó una descomunal fuga de patrimonio privado. Sí, aún el dólar estaba uno a uno con el peso, pero los negocios empezaban a cerrar por temor a que una turba de delincuentes los saquée. Porque ya no era comida, también se terminaban afanando electrodomésticos, ropa cara… Las imágenes que reflejó la televisión de ese entonces siguen siendo igual de indignantes como en aquellos tiempos. El peronismo empezó la estocada final al gobierno democrático de un presidente que quedó absolutamente solo, sin el apoyo de un pueblo que se embobó y se paranoiqueó con los noticieros desde la caída de las Torres Gemelas, un par de meses atrás.

Las tapas de todos los diarios expresaban su alivio “celebrando” el golpe y el derrocamiento de De la Rúa. Volvía el capanga de la cárcel y volvía el adoctrinamiento peronista a los medios.

Pero volvamos a Moreno, uno de los epicentros de este golpe que aún hoy muchos lo llaman tímidamente “estallido social”. Cristian Armagno era el camarógrafo del canal 4 de Moreno y, como corresponde a su profesión, fue a cubrir los incidentes en el centro del municipio y la periferia. No pasaron más de diez minutos que una patota municipal lo molió a golpes, le rompió la cámara, pero en el fragor de la resistencia no le quitaron el video que estaba grabando. En él, aparece nítidamente Mariano West arriba de una camioneta mirando todo el descontrol y señalando con el dedo a tal o cual lugar. Rápidamente Armagno huye de ahí y pone en resguardo ese video, del cual nunca se supo de su paradero hasta el día de hoy. Ya en lugar seguro, el camarógrafo fue reporteado por sus mismos compañeros de trabajo y contó cómo fue la agresión que sufrió sin más detalles. Fue hasta hace pocos años que cada 20 de diciembre recordaba en sus redes sociales la agresión repudiable que recibió. Hasta que un llamado del municipio lo cambió todo. Y no era un llamado de amenaza o de presión. Se estaba armando la primera radiodifusora pública del distrito y lo convocaron para ser operador técnico. De ahí en más, sus posteos anti peronistas y anti kirchneristas se esfumaron por completo y las ironías al gobierno de Macri se multiplicaron. Parece ser que en el contrato de esa empresa estatal peronista viene ese apartado cada vez que te llaman a laburar para ellos. Del famoso video, prácticamente nada se sabe. Algunos dicen que una copia la tiene un encumbrado dirigente opositor al peronismo que espera un momento personal importante para difundirlo. Otros, que Armagno lo destruyó. La cuestión es que ese imprescindible testimonio visual no debería terminar en una leyenda urbana de un tiempo donde los rumores y el miedo permanente nos destruían hasta las ganas de vivir.

El camarógrafo y su laberinto. En el primer video lo vemos a Cristian Armagno testimoniando cómo lo agredieron mientras Mariano West mandaba a saquear supermercados en todo Moreno. Veinte años después presta su testimonio para el especial del programa de TN “A dos voces” sobre cómo vio el caos esos días en el municipio, previos al golpe que derrocó a De la Rúa. Del famoso video donde se lo ve al caudillo peronista arriba de la camioneta señalando qué saquear, el actual operador técnico de la oficialista Radio Pública de Moreno no ha dicho palabra alguna. Lo que se ve en el segundo video es sólo lo que en esos momentos filmó el canal de noticias capitalino.

 

Así terminó la votación en primera vuelta aquel 2003. Juntando los votos del ARI y Recrear se le podía haber ganado al peronismo, que participó dividido en tres. Claro, sin contar a Leopoldo Moreau, que representaba a una erosionada UCR y que pronto abrazaría al kirchnerismo, en ese invento artero de los “radicales K”.

EL NO FINAL
Hasta hace poco, todos teníamos solamente la versión épica de ese golpe, con indignantes titulares como “La caída” de Clarín o “El pueblo echó a De la Rúa y el peronismo volvió al poder” de La Nueva Provincia con la famosa foto del helicóptero llevándose al presidente renunciante a resguardo de la turba peronista. La radio La Red publicó una publicidad en los principales diarios con una demagoga foto de una bandera argentina cosida. Los noticieros dejaron de agitar a la gente a que salga a romper todo y empezaron a relegar las noticias de política al último rincón de sus emisiones. Había asumido el polémico gobernador feudalista catamarqueño Adolfo Rodríguez Saa. Crónica, firme junto al pueblo peronista, tituló “Rodríguez Saa le devolvió la alegría a los argentinos”. Lo único que hizo el eternamente impresentable dirigente peronista fue declarar el default y renunciar tres días después. La Argentina tuvo cinco presidentes en una semana. Nadie quería agarrar la papa caliente que ellos mismos pusieron en la olla. Hasta que el autor intelectual del regreso del peronismo al poder, Eduardo Duhalde, se convirtió ¿involuntariamente? en el “plan B” de este desastre que ellos mismos organizaron y asumió la presidencia hasta que haya nuevas elecciones. Como por arte de magia, el 21 de diciembre no había más caos, ni fogatas en las esquinas, ni gritos de miedo, ni comercios saqueados… Hasta los muertos que le endilgaron a De la Rúa en todo el país desaparecieron de las noticias. La revista Noticias, que siempre se acomoda con el poder de turno, tituló “Peronismo infinito”. En la calle, la tristeza le dio paso a la resignación. Ya no había forma de sacar al peronismo de su eterna auto-hegemonía. Pero así y todo se estuvo cerca dos años después, como casi todo en nuestro país, que cambia y cambia cada elección. Ustedes dirán “pero si el primero y el segundo eran peronistas, tanto Menem como Kirchner”, pero si se miran los resultados de ese entonces (lo único fidedigno del artículo de Wikipedia explícitamente redactado por escribas kirchneristas), si se unían las fuerzas de Recrear de López Murphy y el ARI de Lilita Carrió, hubieran superado holgadamente a ambos dirigentes peronistas. Pero aún las papas estaban calientes y ni siquiera el electorado quería dar su opinión en las urnas. Nunca en la historia reciente de nuestra democracia había caído tanto la participación electoral.

Quien más sacó votos en esa primera vuelta, Carlos Menem, no llegaba a los 25 puntos, cuando generalmente la victoria se da con más del doble. Tras la renuncia de Menem al balotaje, automáticamente asume Néstor Kirchner la presidencia. A la gente le empezó a caer simpático el santacruceño con su impronta campechana y sureña. Y antes de volver a votar al riojano, todo el arco político lo recibió con los brazos abiertos. Comenzaba la primavera kirchnerista, que iba a durar hasta la aparición del caso Skanska y la obsesión del fallecido presidente con el dinero estatal y con los medios de comunicación, que primero los compró con simpatía y después con abultadísimas pautas y presiones a los “infieles”. El ejemplo más destacable fue el del Grupo Clarín, quien fue uno de los más grandes agitadores del golpe del 2001 y apoyó fuertemente a Kirchner desde 2003. “El gran diario argentino” se divorció de la realidad paralela del santacruceño cuando este quiso comprar el grupo multimedia y se topó con la pared del rechazo. Todo lo demás es historia conocida.

Barón poco varón. Raúl Othacehé, el intendente de Merlo que estuvo 24 años en el poder, comete el sincericidio más descomunal, admitiendo que el peronismo estaba perpetrando un golpe contra la Alianza. Hoy, todos se hacen los desentendidos, no recuerdan lo que dijeron y hacen puchero cuando hablan de “estallido social y coso”.

LA HISTORIA (que debería ser) OFICIAL
Con la llegada para quedarse de las redes sociales y la explosión de puntos de vista y referencias, los medios grandes quedaron en offside y muy lentamente se empezó a conocer la verdadera historia del “levantamiento popular” del 2001, no sólo que fue pergeñado por el peronismo desde el día uno del gobierno democrático de la Alianza, sino también en detalles que fueron obviados, con o sin intención, del anecdotario de esos tiempos. Un día después, sí, un día después, de que el Dr. De la Rúa fuese sacado en helicóptero de la Casa Rosada, se acercó nuevamente a ese lugar para buscar sus últimas cosas y saludar al personal del recinto. Eso ningún medio lo dio a conocer, como tampoco la auto-prohibición de pasar el informe de Telenoche sobre las tierras usurpadas por Rodríguez Sáa en su provincia, informe que repitió Jorge Lanata en su programa Día D por el canal América. El ex presidente derrocado por el peronismo, siendo el tercero después de Illia y Alfonsín, podía caminar tranquilamente las calles del barrio donde vivía hasta el día de su fallecimiento. No fue repudiado en las calles ni siquiera por la gente que se comió el sapo en silencio cuando el peronismo volvió a quitar al país un presidente democrático. Quizás, y de esto depende mucho de cómo se vote en el futuro, la última vez que se van a atrever a hacerlo. ¿Y Chacho? Fue tratado como un paria por sus mismos compañeros del FREPASO y volvió mucho tiempo después a ejercer como profesor en universidades privadas, rodeado de alumnos que ni vivieron esos momentos.

Una celebración de golpe. Los creadores del feriado celebratorio por el comienzo del gobierno militar que los echó a patadas en 1976, se golpean el pecho recordando el último golpe de estado que cometieron contra la República. Nunca una disculpa pública. Nunca las cosas por su nombre.

Pasaron 20 años de aquel nefasto golpe. El “que se vayan todos” fue el cántico más inútil de la historia contemporánea de nuestro país. No se fueron todos. Hasta formaron un “Frente de Todos”. No solucionaron los problemas del país, los empeoraron. Pero como ellos son el poder, los capanga, los poronga de esta cárcel, no se les puede discutir nada mientras nos regalan planes sociales y fútbol de primera. El pueblo siempre fue sumiso al peronismo. Siempre le tuvo miedo. Saben cómo son cuando se enojan y quieren el poder. Tiraron 14 toneladas de piedras junto a esa eterna pata de lana que es la izquierda para evitar una jubilación que le ganara a la inflación y que ellos, de puros guapos, la eliminaron porque “ah pero Macri”. Lentamente pero sin pausa, la gente empezó a madurar, a crecer, a pensar lo que vota. Y el cachetazo final fue en las elecciones de 2019, cuando no aguantaron que JxC les diga quiénes eran los Reyes Magos. El aún infantil electorado le dio la espalda y apenas ganó el peronismo de nuevo, el dólar se disparó. Pero no hubo saqueos ni caos organizado. Hubieron las marchas del “sí se puede” que levantaron una segura catástrofe electoral y la achicaron 10 puntos a favor de Juntos por el Cambio. No alcanzó. Volvió la corruptela K, el papá Estado cuasi salvador, el poder ejecutivo asociado con el judicial, la escribanía en el Congreso. Pero en el medio, llegó la pandemia para ver de qué estaban hechos esos pingos en la cancha y desnudó lo que realmente el peronismo es en el poder. Tarde pero seguro, llegó el reacomodamiento legislativo y por primera vez en la historia reciente, el Senado no es más una escribanía kirchnerperonista. Poco importa si ahora las leyes salen rápido o lento sin esa mayoría automática justicialista del 2001, que aprobaba mamarrachos con forma de Presupuesto Nacional. Ya no hay más hegemonía peronista y ojalá, por el bien del país, que eso sea para siempre.

El rostro del dolor. Whan era un chino dueño de un supermercado, cuando este tipo de comercios empezaban a florecer en todo el país. No paraba de llorar al ver que decenas de delincuentes le robaban toda su mercadería y, además, toda su esperanza y sacrificio. Por esos años, a falta de redes sociales, los canales de noticias eran el único medio informativo que veía la gente todos los días y su línea editorial era de fuerte agitación para lograr el derrocamiento de Fernando De la Rúa y la vuelta del peronismo al poder.

CRECER DE GOLPE
El país está mucho peor económicamente que en el 2001. Muchísimo peor. Pero no se ven saqueos y hasta está la ridícula idea de homenajear ese 20 de diciembre funesto con manifestaciones.
No es raro. Los cráneos de este gobierno declararon que el día del comienzo del Proceso de Reorganización Nacional, el 24 de marzo de 1976, sea un día feriado. Tampoco es raro que no haya caos social porque esa exclusividad siempre la tuvo el peronismo al ser oposición y hoy es oficialismo. Lo raro, pero a la vez bueno, es que el país comenzó a madurar fuerte en los últimos tiempos, se informó más y hoy pone a prueba cada dos años todas las gestiones, incluso las que pretenden ser eternas en los municipios peronistas. Sólo falta que deje el voto berrinche de lado, ese que hace que el populismo no se quiera ir nunca del poder. Y además, lo más importante, decir las cosas como son. Ni levantamiento popular, ni estallido social, ni pueblada, ni argentinazo ni nada de eso. El 20 de diciembre de 2001 ocurrió el último golpe de estado en la República Argentina.

20 AÑOS DESPUÉS PERSISTE LA PREGUNTA: ¿HUBO UN GOLPE CONTRA DE LA RÚA?

780 470 Juan Emilio Mirabustos
Por Christian Sanz. Director de Diario Mendoza Today.

Hace casi 20 años, el 19 de diciembre de 2001 fue el comienzo del fin de un gobierno que venía haciendo agua desde casi sus comienzos: el de Fernando de la Rúa. Ese día se produjo su salida anticipada del poder Ejecutivo y se dio un quiebre en lo que a política tradicional respecta.

Para la mayoría de las personas se trató sólo de la renuncia de un mandatario que se encontraba perdido en su propio laberinto de indecisión, empujado por el clamor popular. Pero aquellos que han investigado y analizado a fondo todos los factores que sucedieron antes, durante y después de ese día, saben que no fue así. Hay demasiados indicios que —analizados en conjunto— demuestran que hubo un verdadero golpe institucional, llevado a cabo por un conjunto de personas que agrupaban intereses políticos —y no políticos— específicos.

Si bien el Gobierno de De La Rúa fue un rotundo fracaso —desde que asumió bajaron las reservas monetarias del Banco Central, y se incrementaron tanto la desocupación como los índices de pobreza— eso no quita que, desde ciertos círculos importantes de poder, se le haya dado un “empujoncito” para ayudarlo a caer.

Hablábamos de indicios. Bien, uno de ellos se dio cuando Eduardo Duhalde, en un almuerzo informal con financistas y banqueros, pronunció una frase que provocó silencios y miradas entre los comensales: “En diciembre, el presidente de la Argentina soy yo”.

La afirmación de Duhalde quedó plasmada en un informe de inteligencia reservado norteamericano que llegó a dos escritorios de Buenos Aires. Ninguno de esos dos escritorios era el de De la Rúa.

¿Más indicios? Previo a la caída de De la Rúa hubo reuniones, conspiraciones, saqueos, movilizaciones y declaraciones públicas referidas a la posibilidad de que no terminara su mandato.

Incluso existió una carta certificada escrita por un agente de Inteligencia varios meses antes del 19 de diciembre en la que se hablaba de la posibilidad de que De La Rúa no terminara su mandato. El agente se llama Mario Aguilar Rizzi (1) y se reunió con quien escribe este artículo a fines del año 2000 (2), a quien le dio copia de la misiva referida, la cual fue entregada a su vez a funcionarios de Casa de Gobierno.

Debe mencionarse que en una de las partes de la carta, Aguilar asegura que entregó “más de 21 notas en casa de Gobierno (…) dirigidas al Sr. Presidente. Todas ellas selladas y firmadas como recibidas” y asegura saber acerca de “la existencia de un plan de desestabilización”. La trama la repitió el espía ante el juez Norberto Oyarbide.

Demasiadas casualidades.


El libro

Los periodistas Guillermo Arisó (3) y Gabriel Jacobo (4) investigaron exhaustivamente lo sucedido antes y después de los sucesos de diciembre y volcaron su experiencia en un elocuente —y no menos brillante— libro llamado El Golpe SA, en el que desentrañan los pormenores de lo ocurrido en torno a la caída de De La Rúa.

A ese respecto, los autores detallan un panorama que nos permite entender parte del contexto de esos días: “La complejidad de intereses en pugna que hay en nuestro país demuestra que existen muchas orfandades normativas, que no ponen un límite claro entre los derechos y necesidades de la sociedad y los intereses de las corporaciones.

Pocas dudas puede haber acerca de que en el año 2001 en la Argentina se tramó y realizó un golpe de Estado. Esa corporación bien se pudo haber llamado ‘El Golpe S.A.’ y por la disparidad de socios y accionistas, de intereses económicos y políticos, que se conjugaron para un mismo fin: tomar el Estado como botín de una guerra política y económica”.

Más adelante, Arisó y Jacobo cuentan dos anécdotas reveladoras: “El Mercurio, de Chile, en su edición del 9 de enero de 2002, tituló: ‘Menem acusa a Duhalde de derribar a De la Rúa’. El ex presidente, en la nota, vinculó también a Ruckauf y Alfonsín. En su declaración ante la justicia argentina, Menem habría ratificado todo lo que dijo ante el diario chileno.

Meses después de la asunción de Duhalde, allegados directos a fuentes norteamericanas de información dejaron trascender que altos integrantes del Gobierno solicitaron y recibieron de algunos empresarios y banqueros una cifra varias veces millonaria en dólares para decretar la pesificación asimétrica sin límite de montos.

A pesar de que la primera fuente de esta versión podría ser poco confiable, y seguramente interesada, un influyente senador de la UCR reveló cara a cara a los autores de este libro que el decreto 214102 (pesificación de todas las deudas) ‘salió en 24 horas, fue un gran misterio y ni siquiera se sabe quién lo redactó’. Consultado sobre las versiones referidas a que se pagaron varios cientos de millones para que ese decreto viera la luz, afirmó en silencio. Un diputado del peronismo también lo corroboró sin dudar durante la entrevista que se le realizara para esta investigación”.

Más claro, echarle soda…


La entrevista

“Hacer este libro nos llevó un año y medio”, comenta café de por medio Guillermo Arisó, “es una guía para desentrañar un laberinto borgiano y kafkiano que constituyó la caída de Fernando De la Rúa. Si bien la trama que descubrimos, por fuentes que nos exigieron un estricto ‘off de record’, corresponde a un golpe de estado, también ese gobierno invitó a que esto ocurra. Efectuado para lograr una devaluación que trajo aparejada una brutal transferencia de recursos, que aniquiló el poder adquisitivo de los salarios de los sectores de menores recursos, y benefició a la burguesía nacional pues así pudo licuar sus deudas. Con el telón de fondo de la disputa económica entre los dolarizadores y los devaluadores, cuyo enfrentamiento enconado se llevó puesto a un gobierno. El Golpe SA. es el revés de la trama, que surge cuando con Javier nos juntamos en un almuerzo y cotejamos lo que comentaron sobre el tema algunas fuentes comunes. No nos sorprendió para nada el silencio de los grandes medios, que se mantuvieron absolutamente fieles al pacto de silencio porque este tema les resultó indudablemente demasiado pesado. “La investigación que están haciendo es inútil —dijo alguien que entrevistamos—. Los que realmente tienen la información no hablan, y los que hablan no tienen la información. Cuelguen los botines que es tiempo perdido. No van a sacar nada en limpio”.

“Nosotros lo miramos con cara de suficiencia. Era uno de los primeros reportajes que hacíamos para esta investigación y derrochábamos a los cuatro vientos la seguridad de los osados. Él apoyó las manos en el escritorio, se paró, y dio por terminada la entrevista”.

Es la declinación de la tarde del lunes 21 de marzo, inicio del otoño, y este cronista dialoga con los nombrados, buscando dilucidar el “detrás” de tanto silencio oprobioso. “Pero el plan de los devaluadores no se cumplió”, continúa Ariso, “Remes Lenicov no estaba tan errado, pero no llegó al seguro de cambio aunque sí logró la pacificación y la devaluación. Básicamente, esta trama constituyó el trasfondo del enfrentamiento entre el sector financiero y la oligarquía exportadora, o sea la provincia de Buenos Aires contra el resto del país. Y la clave, se encargó de elaborarla Duhalde, cuando cinco meses antes del 19-20 de diciembre, en agosto, charlando con sectores financieros neoyorquinos, les comenta que en diciembre el presidente argentino iba a ser él. Pero para lograr esto no estuvo solo, puesto que contó con la inapreciable ayuda del radicalismo bonaerense que lo apoyó en bloque. También contó con el apoyo de la Liga Federal de Ramón Puerta, mientras que Cavallo, aunque se obstinaba en no prestarle dinero a la provincia, por detrás bancaba a Ruckauf”.

“Aunque todo esto fue una vertiginosa ordalía”, enfatiza Jacobo, “en la actualidad parece que pasó un siglo de estos sucesos. Porque, viendo lo que está sucediendo, parece que los argentinos no aprendimos nada. Nuestros gobernantes, parecen que no pueden, pero en realidad no quieren acabar con la maldita corporación política bonaerense, que desde 1987 ostenta un poder absoluto. Por eso, estamos asistiendo a una degradación del sistema del sistema democrático, y la gente se limita a una participación netamente tangencial. En estos 20 años, el capitalismo argentino se convirtió en el zorro al que dejaron suelto en el gallinero pues la teoría liberal del derrame fracasó estrepitosamente”.

Las palabras de Arisó y Jacobo de pronto se vuelven proféticas. De golpe, nos comienzan a cerrar un montón de cosas que nos habían quedado en el aire.

De golpe… empezamos a entender el golpe.

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(1) Mario Aguilar Rizzi es uno de los tantos denunciadores públicos que pululan por ahí, sólo que tiene el prestigio de haber anticipado algunos temas clave, como el atentado a la AMIA y la muerte de Carlos Menem Junior.

(2) La reunión fue con Christian Sanz en una confitería de Liniers, en Capital Federal.

(3) Guillermo Arisó es licenciado en comunicación de la UBA, donde fue jefe de trabajos prácticos de la cátedra de Aníbal Ford. Es consultor en comunicación masiva y comunicación pública y ejerció el periodismo gráfico en distintas publicaciones como editor, redactor de política y colaborador en temas de filosofía, sociología y semiótica. Su mail es ariso@ssdnet.com.ar

(4) Gabriel Jacobo tiene un posgrado en periodismo institucional en la OEA (centro de ex becarios de Naciones Unidas) y fue docente en el Círculo de la Prensa y consultor en comunicación. Trabajó en varias publicaciones de la editorial Perfil y en el diario La Prensa. Fue adjunto de la Dirección de Relaciones Institucionales y responsable de prensa de Azul Televisión. Su mail es Gabriel.jaco@hotmail.com.

(*) Con la colaboración de Fernando Paolella

(c) Diario Mendoza Today. Fuente del artículo.