Claudia Sheinbaum, la elegida del presidente López Obrador sin pasar por internas, fue votada por seis de cada diez mexicanos en una de las elecciones con más votantes de la historia de México, signada por una violencia política sin precedentes. Mientras que nuestro país vive un cambio de época histórico, terminando con 20 años de kirchner-peronismo, al segundo país más grande de la región le esperan seis años más de populismo explícito, ¿o no?
Por Juan Emilio Mirabustos, corresponsal desde México
“¡Piso parejo! ¡Piso parejo!” era el grito que resonaba cuando el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, decidió sin elecciones internas, a puro dedazo, que su sucesora en el poder sería Claudia Sheinbaum Pardo, la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, que venía de una gestión difícil de defender, con la tragedia de la Línea 12 del Metro en sus espaldas. La falta de mantenimiento en uno de los transportes públicos más grandes de Latinoamérica, hizo que se derrumbara una de las columnas de esa línea, causando la caída en picada de la formación y llevándose varias vidas. Ni la delincuencia y el vandalismo a la propiedad privada en las manifestaciones feministas de cada 8 de marzo, algo que jamás ocurrió en la ciudad, que se enorgullecía de tener los monumentos y edificios más limpios, hizo que bajara la popularidad de una funcionaria de profunda ideología progre-comunista. Sólo dejó su cargo para ser candidata a presidente, a diferencia de nuestro Sergio Massa que nunca dejó su cargo de ministro de Economía y a la vez fue candidato, con el “plan platita” a todo vapor.
Lo de “piso parejo” era el reclamo por elecciones internas de varios dirigentes de Morena, el partido que fundó AMLO, desentendiéndose del PRD, el más grande partido de izquierda mexicano hasta el 2014, cuando López Obrador se cortó solo y de esa escisión también nació Movimiento Ciudadano, verdaderos “outsiders” de la política que, si bien siguen reteniendo algunos gobiernos estatales (provinciales), nunca superan el 10% en otras elecciones. Eso sí, no se cansan de decir que son “la nueva política”, mientras el gobernador de Nuevo León, Samuel García, se mete en innecesarias polémicas y ostentaciones. Su novia, Mariana Rodríguez Cantú, se postuló para alcaldesa de Monterrey, la capital del estado, y perdió por 8 puntos contra la coalición PRI-PAN-PRD.
En el estado de San Luis Potosí, los militantes de Morena y el Partido Verde, que iban unidos por la presidencia de Sheinbaum, no se podían ni ver en los actos.. Para evitar conatos de violencia entre las dos facciones, había una vergonzante línea divisoria.
Volviendo a las elecciones presidenciales, el ascenso de Claudia Sheinbaum (de militante a alcaldesa, jefa de gobierno y candidata a presidente) fue tan meteórico como el del partido Morena. En solo una década lograron tanto poder como el Partido Revolucionario Institucional, PRI, en 80 años de ganar elecciones consecutivamente. Casi todos los analistas políticos coinciden en que Sheinbaum era la candidata ideal para suceder a AMLO: de apariencia sumisa a su jefe, desangelada, con muy pocas fotos sonriendo, pero, según la lectura de su electorado, “si votamos a Claudia es como votar a Andrés Manuel”. Pero, ¿a quién tenía en frente Sheinbaum?
LA CANDIDATA DE LA FUERZA
Xóchitl Gálvez nació en el estado de Hidalgo, tiene dos años menos que Sheinbaum y demostró en campaña ser la antítesis de la candidata de AMLO. Casi siempre sonriente, empática con sus seguidores, de actitud positiva y de responder con bastante altura cada requisitoria, incluso cuando le preguntaron por su hermana, encarcelada por privación ilegítima de la libertad y sentenciada, dos semanas antes de las elecciones (nada es casual), a 80 años de prisión. Fue la candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México, integrada por el Partido Acción Nacional, de donde viene ella, y los mencionados PRI y PRD. Algunos otros partidos chicos se acoplaron, pero en ciertos municipios. A diferencia de Sheinbaum, a Xóchitl le cuidaron de manera ejemplar su imagen en los spots y afiches de campaña, mientras que a la ganadora de las elecciones se la veía totalmente demacrada en los carteles del Partido Verde y brutalmente photoshopeada en los de Morena y el Partido del Trabajo. El cierre de campaña en el Zócalo, centro neurálgico de los encuentros sociales del país, se lo llamó “Marea Rosa” y ante su inmensa convocatoria, todos empezaron a hablar de un “empate técnico” entre las dos candidatas. Las encuestas, desde el vamos, la daban ganadora hasta por 15 puntos a Sheinbaum. Y después de la catástrofe que significó para el PRI perder el Estado de México después de décadas gobernándolo, se empezaron a mirar con menos recelo a las encuestas que, al igual que esa elección estatal, predijeron el resultado final nacional.
En los tres debates que se hicieron por la candidatura a la presidencia, Xóchitl Gálvez le pasó el trapo a Claudia Sheinbaum. Hasta la canchereó en medio de una pregunta comprometedora diciéndole
“te regalo de mis segundos para que respondas”.
LA HUÍDA MENOS PENSADA
Alejandra del Moral fue la candidata de la misma coalición opositora que este domingo 2 de junio fue derrotada por el populismo. En esas elecciones para gobernadora, celebradas el año pasado, Del Moral perdió contra Delfina Gómez, de Morena, por 8 puntos de diferencia. El gobernador saliente, Alfredo Del Mazo, se desentendió totalmente de esos comicios, sin hacer una “elección de estado” para asegurar la continuidad del partido en el poder y casi confirmando su retiro de la política. Igualmente, ante las pruebas de un virtual “arreglo” con Morena, el PRI lo expulsó de su partido. Una semana antes, Alejandra Del Moral renuncia al PRI para irse a las filas del partido que le ganó las elecciones. Sí, a poquísimos días de la veda electoral, confirmando que ellos fueron los “culpables” de haber perdido uno de los tres estados más grandes de México. La indignación y el repudio enérgico de casi todo el arco opositor a Del Moral y su panquequeada a lo Borocotó se hizo sentir, tanto como el de la gente que la votó. Y eso que en México es muy común que una figura política se pase de un partido a otro como de muda de ropa. Muchos que le bancaron los trapos a López Obrador en sus primeros meses de gestión, huyeron despavoridos del partido populista al ver que “el viejito” estaba cumpliendo su sueño de autócrata desde que militaba en el PRI allá por los años 80.
PANQUEQUEADA INMORAL. Alejandra del Moral, apoyando a Xóchitl Gálvez y semanas después, a su rival directa, Claudia Sheinbaum. A la derecha, Alfredo del Mazo, hoy expulsado del partido que lo encumbró a la gubernatura del Estado de México. Ambos, señalados por “facilitar” el triunfo de Morena en ese populoso estado mexicano.
UN GRANO NARANJA
Jorge Álvarez Máynez fue el candidato del mencionado Movimiento Ciudadano, el partido que vocifera “con el PRI, ni a la esquina” y en el estado de Coahuila, por dar un solo ejemplo, sacaron menos de cinco puntos. Su campaña se basó, en su gran mayoría, en imponer pasitos de baile en tiktok, sorteos de camionetas Tesla si llegaban a salir segundos y un acto en Nuevo León que terminó en tragedia, al derrumbarse el débil escenario donde se hacía el cierre de campaña. Esa necesidad de sobresalir sin llegar a nada, hizo que en el estado de Morelos se reelija Morena, incluso con la desastrosa gestión del ex jugador de fútbol Cuauhtémoc Blanco en sus hombros. En ese estado, el “movimiento naranja” sacó 11 puntos, los suficientes para alcanzar a quien ganó si se aliaba con la alianza del PRI, PAN, PRD y Red Progresista. Lo más curioso es que al MC no le interesa el “voto útil”, es decir, bajarse porque saben que pierden, o mínimamente aliarse con el posible ganador, como hicieron los Partidos Verde y PT, que no existirían en México de no estar cobijados por Morena. Se podría valorarles lo de “morir con la de ellos”, si no fuera porque con esa actitud le hacen el caldo gordo al partido gobernante, que provocó la ruptura más grande que tuvo la izquierda mexicana. Máynez, que nunca se acostumbró a las multitudes, evitándolas lo más posible en sus actos proselitistas, cerró su campaña en un teatro, lleno de jóvenes tomando cerveza y fumando porro. Un cuadrazo…
LA CAMPAÑA QUE VIVIMOS EN PELIGRO
Nunca en México hubo tanta violencia política como en estas elecciones. Alrededor de 70 candidatos, de todos los colores y sexos, fueron asesinados en el transcurso de sus campañas. El más impactante fue el del candidato por Fuerza y Corazón por México a presidente municipal (intendente) del municipio de Coyuca de Benítez, José Alfredo Cabrera. Luego de bajar del escenario montado en una escuela pública tras su discurso de cierre de campaña, se le acerca por detrás un individuo en silla de ruedas, que se levanta de allí y le dispara dos veces en la nuca. Al intentar huir, la guardia de seguridad del candidato lo abate. Recordemos que el estado costero de Guerrero está cercado por cuatro cárteles narcos que disputan cada metro de la costa para el transporte ilegal de estupefacientes. La emblemática ciudad de Acapulco, tras el desastre que hizo allí el huracán Otis, empeoró su situación por ello y por las mafias que piden derecho de piso a los comerciantes, ahuyentando el turismo como nunca sucedió en esa ciudad. En ese controversial estado gobierna Evelyn Salgado, de Morena, oficialismo que arrasó en los comicios estatales. Un brutal síndrome de Estocolmo y un miedo encarnado en los guerrerenses a “dejar todo como está”.
Como al candidato en las internas del PRI Luis Donaldo Colosio a principios de los años 90, varios disparos cortaron de cuajo la candidatura de José Alfredo Cabrera en el convulsionado estado de Guerrero. La gente, con mucho miedo, hizo que Morena arrase en los comicios y se reelija en el gobierno estatal por seis años más.
¿Y AHORA QUÉ?
El populismo de izquierda de Morena recuperó gran parte de lo que perdió en las elecciones de medio término, hace tres años. Hoy gobierna 24 de los 32 estados mexicanos, casi toda la cámara de senadores es de ellos y se hizo de municipios y alcaldías que parecía no volver a tener. En 2021 se le arrebató la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México. Hoy, hasta la jefatura de gobierno la volvieron a ganar y por más de la mitad de los votos. ¿Cómo es posible que hayan ganado nuevamente, después de la mencionada tragedia de la línea 12 y el descuido descomunal en una ciudad tan turística? Y no era porque del lado de Fuerza y Corazón por México no tenían a nadie para enfrentar al aluvión populista. De hecho, los candidatos que pusieron eran muchísimo mejor que los cachivaches que compitieron contra AMLO en 2018, hoy casi todos retirados de la política. Parte de lo que triunfó en estas elecciones fue el “voto descarte”, el “no voy a votar a alguien del PRIAN (el apodo despectivo que crearon los seguidores de López Obrador a la unión del PRI y el PAN), así que voto al que por ahí va a ganar, para no sentirme sapo de otro pozo”. Otro factor fueron las espaldas que tiene México para afrontar momentos difíciles como el triunfo de Donald Trump y la pandemia, donde el dólar, tras subir abruptamente al comienzo de esos momentos, bajó paulatinamente al valor de antes de asumir AMLO. México es un país con fuerte iniciativa privada y esa estabilidad apacigua el ánimo de la gente, confirmando que, no importan las ideologías que gobiernen, nunca se va a dejar de ser una nación capitalista que siga teniendo alianzas con su vecino Estados Unidos. En medio de una de las crisis económicas más fuertes que tuvo México a finales del siglo pasado, el PAN le arrebata el poder al PRI después de ocho décadas, comenzando un período de alternancia como nunca sucedió en el país y que, de seguir los lineamientos autócratas del saliente presidente, puede hacer que Morena, sin prisa, pero sin pausa, sea el PRI del siglo veintiuno. Un siglo que encontraba a Enrique Peña Nieto, el último presidente priista que tuvo el país, logrando las reformas petroleras y de telecomunicaciones más grandes de la historia reciente de México, borrando el monopolio de Pemex (la YPF mexicana) y ampliando el espectro radiotelevisivo y de comunicaciones.
Ahora bien, ¿qué se puede esperar de Claudia Sheinbaum, además de ser la primera presidente mujer de la historia mexicana? Hasta ahora, lo que demostró en sus gestiones: cumplir a rajatabla las directivas de su jefe directo, López Obrador, que seguirá digitando todo entre las sombras a pesar de haber dicho que se “jubilará” de la política apenas termine su mandato. Si con el tiempo Sheinbaum se volverá pragmática, hará un gobierno pluralista y se diferenciará de su “maestro”, se verá en no muy poco tiempo. Cuando ganó AMLO, nadie se imaginaba el presidente que resultó ser, emulando las extensas conferencias del dictador Hugo Chávez, apoyando regímenes autocráticos o pelafustanes como Daniel Ortega o Lula da Silva, cancelando obras públicas sólo porque no las había empezado él, como el del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, inventando encuestas con dinero público donde siempre ganaba él y nunca haciéndose cargo de los yerros incontables de su gestión, siempre culpando a los “conservadores” o a los “neoliberales”. Esto recién empieza, aunque en realidad ya empezó hace seis años. Hoy, Claudia Sheinbaum tiene un peso descomunal en su espalda: ser ella misma en el poder o ser la Alberto Fernández de López Obrador. Mucha suerte, México. La van a necesitar.
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